Lo que otros callan por temor o timidez, aquí se lo dice sin anestesia. Es comentarista de fútbol de EL COMERCIO. Síguelo en Twitter: @guapodelabarra
  • Si Yugoslavia no se hubiera desintegrado, habría sido el primer país de la sufrida región de los Balcanes en jugar una final mundialista. Incluso la habría ganado. La estupidez de la guerra, los prejuicios religiosos y raciales, las consecuencias del totalitarismo y los infaltables intereses de las potencias occidentales causaron la atomización de Yugoslavia en varias repúblicas. Si eso no hubiera ocurrido, si Yugoslavia hubiera resistido unida en una federación democrática luego de que se produjo la caída del socialismo en Europa oriental a inicios de los 90, la selección de ese país habría sido temible (bueno, siempre lo fue). Este día, Croacia dio el gran golpe y accedió a la final, para hacer justicia a una región que siempre tuvo estupendo jugadores y sesudos directores técnicos.
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  • Francia y Bélgica ofrecieron un duelo demasiado táctico y solo un pestañeo marcó la diferencia. Otra vez, una jugada a partir de pelota quieta fue decisiva y, de paso, metió en la historia a Samuel Umtiti, el central francés nacido en Camerún que jamás había marcado un gol con la camiseta de Francia. Qué deliciosa sensación anotar por primera vez en esas circunstancias tan especiales y así dar a Francia, su país adoptivo, su tercera final mundialista en 20 años.
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  • El fantasma de Zlatan Ibrahimovic, uno de los bocazas más grandes del fútbol, fue borrado por la selección de Suecia, que superó por 1-0 a Suiza y entró a los cuartos de final, algo que no ocurría en 24 años. Zlatan, presuntuoso y harto de las críticas tras los fracasos en las eliminatorias para los mundiales del 2010 y 2014, se retiró del equipo.
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  • Este día, cuando Éric Cantona lo comparó con una maleta rodante, Neymar demostró que sus dotes histriónicas pueden ser contenidas en su mayor parte. Que cuando se olvida de postular al Oscar, aparece el genio que se postula al Balón de Oro. Neymar, el rey del oxigenado y de los comerciales, también es el rey del pase.
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  • El fin de semana ha sido cruel con las estrellas, casi todas apagadas demasiado pronto, una consecuencia de este Mundial de locuras sin fin. El argentino Lionel Messi, otra vez, fue incapaz de rescatar de la debacle a su equipo, que lució en cámara lenta frente a una Francia ultra veloz, joven, reluciente por su trato a la pelota. Kylian Mbappé, con 19 añitos, anotó dos de los cuatro goles con que el equipo de Deschamps despachó a los muchachos de Sampaoli, que pusieron entrega, pero poco más.
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  • Estamos todos de acuerdo en que los jugadores son los responsables de lo que sucede en la cancha, al menos en un 70 por ciento. El restante 30 depende del entrenador, de su táctica, de sus elecciones y de su sagacidad para cambiar sobre la marcha. Pero, cuando se realizan los balances, es momento de fijarnos en el señor que se sienta en el banquillo. El alemán Joachim Löw sigue recibiendo críticas por el ¿imprevisto? derrumbe de Alemania, que hace cuatro años maravilló con un estilo más bien hispano de toque, posesión y técnica, lejos del habitual juego germano de velocidad y fuerza. Löw obró un milagro pero su modelo está en crisis. ¿Qué pasó en Rusia? Es momento de una disección:
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  • Colombia se quedó con el primer lugar de su grupo gracias a su (demasiado) sufrido triunfo sobre Senegal. El equipo de Pékerman aún no muestra todo el potencial que se supone tiene y estuvo lejos del buen cotejo anterior con Polonia; pero al menos demostró que la pelea, que planta cara ante la adversidad, que hay fuego interno.
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  • La eliminación de Alemania a manos de Corea del Sur será comentada por mucho tiempo. De todas las sorpresas del torneo, la victoria de los Guerreros Taeguk ha sido la mayor, pues nunca un equipo asiático había derrotado a uno alemán ni, mucho menos, eliminado a un cuadro germano en fase de grupos, en contra de todos los pronósticos.
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  • Qué pena que la puntería de Perú se afinó en el partido final, cuando ya estaba eliminado; pero al menos sirvió para llevarse consigo a una Australia que buscaba la clasificación, festejar un gol y dar una alegría a los peruanos, que desde 1978 no ganaban un partido mundialista.
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  • España ganó el grupo B y le siguió la Portugal de CR7; aunque esto era algo totalmente lógico en los papeles, no lo fue el desarrollo de los cotejos que definieron estas ubicaciones. Fue un cierre de grupo emotivo y con el VAR haciendo de las suyas. Porque, en algún momento, parecía que el equipo del improvisado Fernando Hierro naufragaba ante la tormenta desatada por sus vecinos marroquíes. Y bueno, naufragó de todos modos en el campo de juego ante un Marruecos que se puso dos veces en ventaja en el marcador, un dato que ya ensombrece cualquier análisis sobre el desempeño de la Furia. Ya se sabía que la velocidad y el buen trato a la pelota del equipo de Hervé Renard complicaría a los hispanos, pero esto fue más que una complicación: fue una total falta de respeto que obligó a España a extremarse para evitar la eliminación. Y así fue, pues en los cinco minutos finales el náufrago encontró la playa.
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