Lo que otros callan por temor o timidez, aquí se lo dice sin anestesia. Es comentarista de fútbol de EL COMERCIO. Síguelo en Twitter: @guapodelabarra
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miércoles 27 de junio 2018

Mundial, día 14: Alemania cae estrepitosamente

Alejandro Ribadeneira

La eliminación de Alemania a manos de Corea del Sur será comentada por mucho tiempo. De todas las sorpresas del torneo, la victoria de los Guerreros Taeguk ha sido la mayor, pues nunca un equipo asiático había derrotado a uno alemán ni, mucho menos, eliminado a un cuadro germano en fase de grupos, en contra de todos los pronósticos.


Más doloroso para el entrenador Joachim Löw es que Alemania acabó en el sótano del grupo a pesar de que era campeón reinante y de que, por los resultados, le bastaba con ganar 1-0. Algún día se tiene que perder, por supuesto; algún día la famosa frase del inglés Gary Lineker (“El fútbol es un deporte en el que 22 tipos corren tras un balón y al final gana Alemania”), genial síntesis de la fiabilidad germana en los mundiales, con 80 años siempre en octavos, tenía que ser desmentida. De hecho, Lineker lo hizo en su cuenta de Twitter, al escribir que “ya no siempre ganan los alemanes”. Pero que sean los mexicanos y más aún los surcoreanos los que hayan arrastrado con el mito alemán es increíble.

¿Qué pasó? ¿Fue el maldito color verde de la camiseta alterna, que el patrón de Löw en el 2006, Jürgen Klinsmann, odiaba tanto que lo prohibió para el Mundial del 2006 para optar por un rojo más enérgico, incluso patriótico? ¿Quizás fue la otra maldición la que condena al fracaso al campeón de la última Copa de las Confederaciones? ¿Acaso fue que el sistema defensivo del rival estuvo infranqueable? ¿O será que Löw, soberbio, dejó en casa a jugadores que debían estar en Rusia, elementos que no hubieran perdido tantos balones y que sí anotaran, como Sané? Un gran pecado de esta Alemania es la ausencia de un verdadero definidor, pues Gómez ha sido intermitente y siempre estuvo lejos de Podolski y otros. Aunque también hay algo más profundo, el desgaste de Löw, que desde la Copa de las Confederaciones no ha logrado que el plantel sea la máquina aceitada que se impuso en el 2014. Al final, hasta un alemán puede cometer el error de casarse con jugadores a pesar de que su nivel no fuera bueno, como Ozil, Khedira, Hummels o Neuer. Sí, hasta un alemán se encariña demasiado.

Mientras Alemania se hundía ante la armada de K-Pop, los suecos destrozaban por 3-0 a los mexicanos. El DT Juan Carlos Osorio, muy criticado por la costumbre de realizar rotaciones de partido a partido, esta vez mantuvo la misma alineación del triunfo sobre Corea, ¡eso no pasaba en 50 partidos! Incluso hizo lo que parecía a priori correcto, como colocar cuatro defensas para contrarrestar a los escandinavos, que además habían demostrado poca efectividad para anotar. Pero todo le salió al revés a Osorio. Ya era mal augurio que Gallardo viera la amarilla más rápida de la historia de los mundiales (13 segundos) y que el VAR perdonara un penalti al ‘Chicharito’. A México le pesó mentalmente haber llegado al partido con 6 puntos pero sin la clasificación. Los nervios lo devoraron y, en el segundo tiempo, la línea de contención sucumbió a la demoledora Suecia, que aplicó como estrategia los pases largos del arquero a los atacantes. Para darle más drama, Álvarez marcó un autogol. Pero el milagro surcoreano ayudó para que México festejara, con moderación, su acceso a octavos, y Osorio reconociera que se traicionó al repetir alineación: lo suyo es rotar, ¡y punto!

Brasil, en cambio, no traicionó a su favoritismo y venció 2-0 a Serbia, esta vez con menos teatro (bueno, debe rodar un poco por la hierba de todos modos, ¿no?) y más fútbol por parte de Neymar, y accedió a octavos de final. El terror que podía significar que la canarinha se eliminara el mismo día que Alemania quedaron rápidamente borrados porque el equipo de Tite fue superior. Fue el mejor cotejo colectivo del cuadro sudamericano, de lejos, pero es imposible no mirar detenidamente lo que hace Neymar, esos lujos para dominar la pelota, o su control del esférico mientras corre, para luego levantar la cabeza y poner el balón donde desee. Aunque también es difícil no verlo con ese cabello oxigenado.