Rodrigo 'Washo' Boada dentro de la casa de concentración de Liga, en Pomasqui

Rodrigo 'Washo' Boada dentro de la casa de concentración de Liga, en Pomasqui. Foto: Víctor Muñoz / BF

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12 de diciembre de 2018 08:49

‘Washo’ Boada conoce y complace las ‘manías’ de los futbolistas de Liga

Pablo Campos

Los jugadores de Liga se entrenan en la cancha principal del complejo de Pomasqui y en la casa de concentración solo queda el personal que a diario los atiende. En una de las pizarras de tiza líquida, se lee: “Jonathan Borja debe pagar un asado”. Justo bajo de la leyenda, se observaba la que -se presume- sería una respuesta del futbolista: “Sí, sí, claro”.


​Al fondo de la casa está la sala de utilería, un espacio en donde predomina el color blanco con matices rojos. Ese es el lugar desde el que despacha Rodrigo Boada, el utilero otavaleño de Liga, que trabaja para el equipo azucena desde 1973.


En la década de 1980, a Boada, un jugador uruguayo de la época le puso el sobrenombre de ‘Washo’. Ni el protagonista entiende bien el porqué. Pero el apodo caló y muchas veces en Liga es más fácil preguntar por ‘Washo’ que por Rodrigo.


Boada es de la vieja escuela. A lo largo de los años ha visto cómo la ropa de fútbol fue modificándose, tecnificándose. Cómo los arqueros cambiaron los buzos de manga larga y los pantalones acolchados por camisetas y licras compresivas. Miró también cómo los futbolistas abandonaron los tradicionales pupos negros y abrazaron la moda de zapatos con colores estrambóticos.


“A Luis de Carlos (zaguero uruguayo de la década de 1970) había que plancharle hasta las vendas. Debía tener el uniforme impecable. Ahora, los jugadores son más jóvenes, más relajados en cuanto a eso del planchado y del uniforme”, confiesa, mientras arregla una pesada maleta.


‘Washo’ maneja al dedillo el inventario de ropa deportiva y accesorios de entrenamiento y juego de los universitarios. Conoce bien las manías de los futbolistas en el momento de vestirse o de calzarse los pupos. “Este es un equipo de smalls”, revela, mientras dobla una camiseta. “Hay mucho jugador pequeño, pero también hay altos que prefieren el uniforme ceñido al cuerpo. Hasta Pellerano (Hernán) usa small”.


Hablando de tallas pequeñas, Fernando Guerrero siempre pide pantalonetas S por comodidad. En el transcurso de los partidos suele levantarse la prenda.


Ándersson Ordóñez, quien se lesionó a mitad de temporada, es, según ‘Washo’, el futbolista con más pupos a disposición: 10 pares. Lo siguen Jefferson Orejuela y el goleador Juan Luis Anangonó, con seis.


Las firmas Nike y adidas son las más usadas en calzado. Puma, auspiciante del equipo albo, también va ganando espacio en el camerino albo. Cada futbolista lleva sus zapatos para que el utilero los limpie y los mantenga impecables. “Ellos van cambiando, traen nuevos zapatos, se llevan los anteriores”, agrega ‘Washo’, a quien sus 45 años de labor con el equipo le han dado soltura para hablar con los medios y recordar anécdotas. 


El goleador Anangonó es el único del equipo que aún usa vendas de tela tradicionales. ¿Quién es el que cambia más camisetas? Orejuela y Borja.


En tanto, el guardameta Adrián Gabbarini prefiere siempre atajar de rojo entero los partidos. El color tiene que ver con su afición por Independiente de Avellaneda, el club de sus amores. ‘Gabba’ siempre lleva dos pares de guantes de la marca Élite a los partidos. De acuerdo con el utilero, el 1 de Liga aún no puede estrenar un uniforme negro de competencia, “porque justo los árbitros deciden salir de negro a la cancha o el otro equipo usa algún color oscuro y ya nos dicen que no podemos usarlo”, acota ‘Washo’.


Boada es de la idea de que es mejor que sobre a que falte. Por ello, para el partido de esta noche ante Emelec, lleva un juego de tres camisetas blancas por cada integrante del equipo. Razona su decisión en el hecho de que un jugador pudiera sangrar fruto de un golpe y necesitaría otra camiseta. Lo mismo sucede si llueve o si el futbolista suda mucho.


¿Liga tiene listas camisetas para festejar si son campeones? Boada dice que eso es cosa del auspiciante. Él cree que los festejos deben seguir siendo espontáneos, sin tanta alharaca. Como en la vieja escuela. 


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