El técnico de la Selección dijo que no creía que las variantes cambiarían el rostro de la Selección en Asunción. Foto: AFP

El técnico de la Selección dijo que no creía que las variantes cambiarían el rostro de la Selección en Asunción. Foto: AFP

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24 de marzo de 2017 10:03

Un equipo sin armonía y sin las individualidades necesarias

Santiago Estrella

Cuando se piensa en fútbol se piensa en colectivo. Eso es lo interesante: un jugador puede tener un mal día, pero para eso están los 10 restantes, que suplen ese vacío que deja un mal rendimiento. El problema ocurre cuando parece que los once amanecieron con el pie cambiado. 


Y eso es lo que pareció haber ocurrido a Ecuador en Asunción. Ecuador fue un equipo sin armonía. Ninguno de los once -y menos los que entraron luego- estuvieron sintonizados bajo una misma idea. Era, eso se veía, como que cada  uno caminara por un camino distinto. 

¿Cómo entender esto si el fútbol solo tiene una dirección, el arco rival, esa cosa que está inevitablemente frente a nosotros? Se lo puede llamar cohesión en las líneas, para comenzar. Saber cada uno su lugar y su función en la cancha y saber cumplirlo (táctica) con un una habilidad (técnica) para resolver los problemas. 

Y lo que no se vio en este partido es sentido colectivo notorio (sería muy ciego o muy torpe no darse cuenta que se mueven bajo los principios básicos del fútbol), que haga que el diseño táctico sea solvente y estético, que se note que saben precisamente qué hacer cuando se tiene el balón  y saber moverse cuando no se tiene el balón en el despliegue ofensivo -ni hablar cuando se piense defensivamente. 


Y cuando no hay eso, no se puede pedir que un equipo dependa de individualidades. Porque luego resulta que esa dependencia tiene prácticamente un nombre: Antonio Valencia. Y más allá de que sea un jugador extraordinario, es alguien que ocupa un sector determinado de la cancha, la derecha, unos 30 metros de la cancha a los suma, por lo que quedan 60 más a lo ancho y que parecieran quedar en el abandono. 

Quedan muchos espacios vacíos, quedan lugares sin explorar, quedan vacíos. El medio campo, por ejemplo, tuvo poco rendimiento, poco corte y poco armado del juego. 

Pero  hay que pensar, al menos lo debiera pensar Gustavo Quinteros (es una sugerencia, al menos) es el juego por las bandas, los laterales. Con todo el respeto a Walter Ayoví. Ya  hay que buscar solución a un hombre cuya edad comienza a pasar factura. Es así el fútbol, es así la vida: llega el momento en que uno debe darse cuenta -y si uno no lo hace, sí alguien que mire desde afuera, en este caso el técnico- de que las cosas ya no son las mismas. 

Resulta difícil entender a un técnico que diga que los cambios tampoco iban a solucionar los problemas. Un técnico que no cree en las variantes de una selección, que por principio es lo mejor que tiene un país. O sea que ya hay un problema conceptual, digamos. 

Y ahora este Ecuador regresa a Quito para jugar con Colombia. La persistencia del técnico por algunos jugadores que en el partido no rinden, no aportan, no dan ese aporte para la armonía colectiva, las cosas pudieran volverse cuesta arriba. Pero eso se verá el martes, a la hora de partido.