Samba, estupor y lágrimas
“Nos hemos convertido en el basurero del planeta”, lamenta Miguel Nicolelis, médico que coordinó el comité científico de lucha contra el Covid-19 en Brasil; “todo lo que no se debe hacer en una pandemia se está haciendo aquí”. Su frustración se justifica en la indiferencia a los 468.000 fallecidos, los 17 millones de contagiados y al inminente rebrote que se espera para las próximas semanas. “Se llevan celebrados en los últimos tres meses en Brasil 23 partidos de Libertadores y 21 de Sudamericana en las mismas condiciones sanitarias que tendrá la Copa América. ¿Por qué entonces no deberían jugarse 28 encuentros de la Copa…?” se cuestiona el periodista Jorge Barraza, con el mismo planteamiento que Luiz Eduardo Ramos, jefe de ministros, justificó la aceptación para organizar un torneo al que rechazaron Colombia y Argentina.
“Se trata de respeto a los miles de fallecidos y a los que sufren o sufrieron el coronavirus, no es el momento adecuado para recibir la Copa América”, explica por su parte Emanuel Pinheiro, prefecto de Cuiabá, donde su gobernador aceptó ser una de las cuatro sedes del certamen. El estadio Arena Pantanal, que sirve actualmente como centro de testeo y de atención a los infectados de Covid-19, deberá suspender esas actividades los días de partido, como el que jugarán ahí Colombia y Ecuador. También está la resistencia de una sociedad que protesta en las calles con carteles de “genocida” hacia un mandatario que, a todas luces, ha gestionado una pandemia de tal forma que se convierte en el segundo país en el mundo con mayor número de personas fallecidas a causa del coronavirus.
“Brasil es el país mejor preparado para organizar en estos momentos la Copa América”, dijo Francisco Egas, presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, alineado perfectamente con el discurso de la Conmebol. Más reflexivo, Gustavo Alfaro dejó en claro que realizar esa Copa es una “necesidad institucional más que una necesidad deportiva”, permitiendo la conclusión de que podría prescindirse de esa competencia en los momentos donde los hospitales no se dan abasto y la mejor forma de darles un oxígeno (valga la metáfora) es evitar el contacto social entre las personas, como insisten aquellos “idiotas que piden que la gente se quede en su casa”, tal cual lo dijo el presidente Jair Bolsonaro hace días.
“La salud pública y la seguridad deben ser la prioridad máxima dentro de la industria del fútbol, incluso más en estos tiempos extraordinarios”, exige el Sindicato Internacional de Futbolistas (FIFPro) en un comunicado que expone su rechazo a la organización de la Copa América, donde además anuncian que apoyarán “a cada futbolista que decida rechazar la convocatoria y no participar en el torneo en base a sus preocupaciones respecto a salud y seguridad”.
Esa misma salud y seguridad fueron a las que no tuvo acceso el chofer del club argentino River Plate, Gustavo Insúa, quien falleció a causa del Covid-19 luego de que la mayoría del plantel de futbolistas diera positivo para el virus, en esas semanas delirantes donde estuvieron obligados a jugar sin suplentes y donde el volante Enzo Pérez fungió como arquero: una anécdota heroica y trágica al mismo tiempo; para la familia de Insúa, un doloroso duelo.
“Está complicado en Brasil, no se puede jugar”, lamenta Sergio Agüero, seleccionado argentino; “me llama la atención que se juegue la Copa América con la situación que se vive”, comenta Luis Suárez, delantero uruguayo; “me parece un riesgo enorme, gigante, porque para mí primero está la salud”, argumenta Martín Lasarte, director técnico de Chile. Todos tienen sus razones. En una declaración que puede provocar aplausos y al mismo tiempo abucheos, Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, dijo ser “la única confederación, entidad civil, privada, del mundo que logró conseguir vacunas para cuidar y proteger al fútbol”. ¿Cómo las consiguieron?, ¿por qué son la única organización privada en hacerlo?, ¿por qué instituciones que las buscan para grupos prioritarios no pueden acceder a ellas bajo la excusa de que los laboratorios solo las negocian con los gobiernos? Así es el fútbol, dirán.
“El campeonato de la muerte”, como lo calificó el senador Renan Calheiros, el mismo que les pidió a los futbolistas de Brasil no jugar el torneo, podría inaugurarse el próximo 13 de junio si es que las protestas sociales o el boicot de los futbolistas no lo evitan. Las restricciones no lo harán, pues los cuatro estados seleccionados para servir de sede, Río de Janeiro, Brasilia, Goiania y Cuiabá son feudos políticos de Bolsonaro y sus autoridades se alinearían al negacionismo con el que se ha encarado la pandemia.
Llevar a cabo la Copa América es bailar donde otros lloran, celebrar mientras familias imploran desesperadas por una cama en cuidados intensivos, es enfocar los esfuerzos del sistema público en organizar una fiesta en lugar de ocupar esos recursos en conseguir vacunas. Luis Roberto, uno de los periodistas más reconocidos de TV Globo, explotó contra la decisión del gobierno: “es una vergüenza, no tiene sentido albergar este torneo para que algunos se llenen los bolsillos, no lo podemos permitir”, arengó. “Globo no tiene los derechos para transmitir la Copa América”, cerró Bolsonaro.
El único partido con hinchas en los estadios. Colombia dio luz verde para los aficionados para el juego ante Argentina: https://t.co/3Xcc7StZF6 pic.twitter.com/renAp8GPoG
— Bendito Fútbol (@BenditoFutbolEC) June 4, 2021