Ni Atahualpa ni Casa Blanca: sin un buen equipo, no pasa nada
Mucho escándalo se está armando por la decisión de que la Selección nacional jugará las eliminatorias en el estadio de Liga Deportiva Universitaria, luego de haber confiado durante seis eliminatorias seguidas en el Olímpico Atahualpa como la sede habitual.
La bulla sobre esto es exagerada y casi bizantina. Un buen equipo gana donde sea y el verdadero problema es justamente la calidad de la Selección y no tanto el estadio sede: ¿el entrenador Jordi Cruyff estará en capacidad de armar un equipo competitivo? Quizás no. Siendo pesimistas desde lo deportivo, lo mismo daría jugar en cualquiera estadio, no solo de Quito, sino del país.
El problema está en que el Atahualpa está fetichizado por un sector de la hinchada y la prensa, sobre todo desde el gol de Kaviedes para ir al primer Mundial. Siempre se habló de un fortín inexpugnable, cuando jugar ahí nunca ha sido la principal garantía de triunfo de Ecuador. Es más importante sacar ventaja a la altitud que al césped en sí mismo, y también es más importante contar con el apoyo del público y generar un ambiente de presión en contra del rival, y de todos modos eso no ha evitado algunas derrotas. El Atahualpa ha sido un templo, pero se volvió vetusto y debe ser remodelado. Ante eso, el escenario albo queda como la mejor opción: su cancha es propicia para el juego veloz y su infraestructura es moderna.
Se habla de pago de favores a la dirigencia Liga (como si jugar en el Atahualpa hubiese sido un acto absolutamente desinteresado). También, de que los números financieros son mejores al jugar en la Casa Blanca que en el Batán y que, al no contar con pista atlética, se podrá sentir de mejor manera el apoyo de la gente. El presidente de la Ecuafútbol dijo, de forma contundente, que hay que jugar en la mejor cancha posible (de Quito, se sobrentiende) y esa es la de LDU, y añadió que el Atahualpa se cae a pedazos.
Aunque también habría otra razón, o al menos una consecuencia colateral que no se confesará nunca pero que responde a otras luchas, a esas que se libran en otros niveles más allá de lo evidente: este cambio de estadio es un golpe a los que esperaban sacar réditos con la publicidad del Atahualpa en las eliminatorias, un rubro que se evapora con esta decisión. Y ahí está un debate que se viene con la demolición del estadio Atahualpa y su refundación sin la palabra ‘Olímpico’.