Lo que otros callan por temor o timidez, aquí se lo dice sin anestesia. Es comentarista de fútbol de EL COMERCIO. Síguelo en Twitter: @guapodelabarra
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jueves 13 de mayo 2021

Antonio Valencia siempre será sinónimo de disciplina y fortaleza

Alejandro Ribadeneira

Antonio Valencia anunció ayer su retiro del profesionalismo y el mundo del fútbol se movilizó para honrar al futbolista ecuatoriano que más lejos llegó en Europa, una carrera construida gracias a sus dotes para este deporte, pero sobre todo a la disciplina que se impuso para lograrlo.


Su legado, más allá de los nueve títulos que obtuvo con la camiseta del Manchester United, será el de haber sentado frente a la televisión a una gran porción de ecuatorianos durante diez años, para que comprendieran que sí era posible convertirse en un gran jugador dentro de un gran club, británico en este caso.

“El ecuatoriano Valencia tiene la pelota” se convirtió no solo en la frase habitual de un locutor de la Premier, sino en una contraseña que enorgullecía a los hinchas de un país como el nuestro que, en realidad, no había logrado colocar a sus jugadores en los clubes ‘top’. Pero ahí estaba Valencia, su velocidad comparable a la de Usain Bolt, su anatomía esculpida a punta de gimnasio y disciplina y esa mirada de determinación, que estremecía a los rivales.

Valencia se construyó a sí mismo. Empezó a los 14 años, como se ha contado bastante, cuando abandonó la casa de sus padres en Lago Agrio y se fue a Quito para ser jugador. No era un sueño: era una orden impartida frente al espejo. En El Nacional lo recibieron, pese a que no había permiso de los progenitores y se empeñó en mejorar. Ahí se hizo amigo de Christian ‘Chucho’ Benítez.

Tuvo algunos maestros, pero quizás el impulso de Dragan Miranovic, quien lo hizo debutar en el equipo de Primera en el 2003, le sirvió para entender que la fortaleza de un equipo es proporcional a la de su eslabón más débil. Se prometió jamás ser ese eslabón.

Antonio Valencia

Antonio Valencia, en su primer encuentro oficial con el Manchester United, el 9 de agosto de 2009. 


Cuando fue transferido al Villarreal español, en el 2005, aún era tímido y le faltaba músculo. Se forjó con paciencia en el Recreativo de Huelva y en el Wigan inglés, hasta que para la temporada del 2009-2010 fue contratado por Manchester United, cuyo DT era el ya legendario Alex Ferguson.

En una década rompió todas las marcas de un jugador ecuatoriano. Fue el primero en ganar una Premier League, el primero en jugar una final de Champions y el primero en levantar el trofeo de la Liga de Europa, entre otros hitos que incluyen ser el primer latinoamericano en exhibir la banda de capitán con los ‘Diablos Rojos’.

Valencia también escribió páginas importantes en la Selección, de la que fue titular habitual hasta el 2019. Su debut en la Tricolor dirigida por el colombiano Luis Fernando Suárez fue memorable: dos tantos en la goleada 5-2 sobre Paraguay en eliminatorias, el 27 de marzo del 2005, en un estadio Olímpico Atahualpa lleno.

Valencia asistió a dos Mundiales (2006 y 2014), fue capitán en su tramo final y alcanzó los 99 cotejos internacionales. Se quedó a uno de la centena, con la sensación de que merecía un cotejo para una ovación final.

Tras un paso por Liga de Quito y por los Gallos Blancos de Querétaro, Valencia, que el 4 de agosto cumplirá 36 años, decidió hacerle caso al cuerpo y parar. “He levantado copas y he llorado derrotas”, escribió ayer, en un adiós en que pidió perdón por los errores y agradeció a los hinchas de sus clubes y de la Tricolor.

Pese a los errores, que todos conocen y no es momento de enumerar, son mucho más los aciertos. Pocos jugadores como Valencia han visto su nombre en el dorsal de niños, ecuatorianos y extranjeros, como el verdadero galardón al que un deportista debe aspirar.