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viernes 04 de agosto 2017

Prefiero el Bar y no el Var

Diego Valencia
Opinión (O)
​Twitter: @dvalenciavela

Esta nota la escribo mientras me tomo una cerveza helada por el sector de La Pradera; es artesanal, de buen sabor y mitiga la sed provocada por el intenso sol de Quito en estos días.


Como ‘paso clavado’ leyendo el Twitter, luego de sorprenderme un poco con las aventuras de ‘JG’ y sus horas tristes, me topo con un mensaje que dice: “La FEF pretende ser pionera en Sudamérica con la implementación del VAR” (el famoso Sistema de Video Asistencia Arbitral, por sus siglas en inglés). Suelto una carcajada y dos chicas sentadas en la mesa de enfrente retornan su mirada y se ríen conmigo, como si hubiesen leído lo mismo. Y no da para menos, es una la risa pero con una mezcla de impotencia.


Lo primero que se me viene a la mente como cuestionamiento es cómo una Federación que no logra solventar siquiera la polémica por las edades y documentos de registro de nacimiento de varios jugadores inscritos bajo su jurisdicción, puede pensar en instalar un sistema que en Europa y en eventos-experimento de carácter mundial, provoca inconvenientes.


No solo es un tema cultural, se trata también de infraestructura. En nuestro país, solo por citar un ejemplo, en el estadio en el que se podría disputar la final del torneo 2017 como el Jocay de Manta, ni siquiera ha sido recuperado en su totalidad tras el terremoto de 2016.


En Ecuador, las asociaciones provinciales afines a la FEF son entes ociosos, una auténtica militancia que cambia votos por viajes de sus dirigentes como se estilaba en el ‘chiriboguismo’, pero que no trascienden al menos por la organización de campeonatos dignos de la juventud de las categorías formativas de sus clubes miembros.


Las mismas asociaciones, esta semana, trasladaban las quejas de sus clubes de Segunda Categoría, que debían pagar “altas sumas de dinero” porque se contrataba árbitros de provincias muy lejanas de los lugares en los que se disputaban los partidos. Campeonatos que parecen comparsas, con clubes que ni siquiera en su gran mayoría tienen estatutos en regla como lo exige el Ministerio del Deporte. Las asociaciones son un fiasco, una cuota política.


Todo esto, que pasa por lo organizacional, en una Federación de Fútbol en la que parece no haber sucedido nada desde el triste final de Chiriboga. Por ejemplo, entra en disputa con un periodista ambateño por sus críticas en contra de la Asociación de Tungurahua y se le niega la entrega de su carnet de acceso a los estadios, una medida de presión con la que juega a ser juez.


Esta Federación, que está en la picota por la relación comercial con un oscuro personaje del fútbol uruguayo al que el mismísimo presidente de la Conmebol lo compara sin despeinarse, con reos de la justicia norteamericana, por ser parte del FIFA Gate. Y, que solo justifica su obligación contractual, con una “donación de dos buses para las divisiones formativas”, sin contarnos cómo se le adjudicaron los derechos de transmisión del campeonato nacional.


Federación inoperante y novelera encima, que quiere quitarle al fútbol ese toque de polémica y emoción que me hace ir a ese BAR de La Pradera y disfrutar de este fútbol con la misma intensidad de cuando lo jugaba en la calle con mis amigos. Esta administración de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, si quiere ser "pionera" de algo, debería ser en resolver los problemas de siempre.