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miércoles 02 de noviembre 2016

Miller, ¿para qué sube Macará? 

Diego Valencia

Es un equipo ascensor… Su última aventura con cierta expectativa sucedió en el 2010. Aquel plantel compuesto por el inefable Kaviedes y compañía, que terminó descendiendo y echando al traste un proceso que en dos años anteriores, presidido por el mismo Germánico Holguín, había forjado la imagen de varios jugadores jóvenes (algunos de ellos incluso forman parte del plantel actual) y dos participaciones en la liguilla “pre libertadores”, como se estilaba entre el 2008 y 2009.


En esta ocasión, comandado nuevamente por uno de sus –históricamente- mejores dirigentes, Miller Salazar, “la celeste” de Ambato intentará dejar atrás esas idas y vueltas que no han permitido que se consolide con un título o al menos una clasificación a un torneo internacional en 77 años de historia.

Salazar fue un hombre afín y leal a ultranza a Chiriboga en su momento, desde sus inicios como dirigente, a pesar de que en su primera elección el presidente del “ídolo ambateño” apoyó a Galo Roggiero. Luego de esa, todas las elecciones del último ex mandamás de la FEF contaron con la lealtad del popular club de Ambato. Esto le sirvió –según el mismo Salazar- para que “Macará no desaparezca” y es que en más de una ocasión pudo sentir el apoyo de Chiriboga.

Macará tiene un reto grandioso a la par de una nueva gran oportunidad, que debe ser aprovechada con mesura. Y es que varias han sido las temporadas en las que el mismo cuadro celeste se ha visto en los aprietos de descender apenas conseguido el ascenso, debido al mal que aqueja a todas las dirigencias “bien intencionadas” del fútbol nacional: el exitismo, la urgencia de equipos –que como el Macará- quieren al fin ser protagonistas triunfadores.

A pesar de su doble discurso, ya que luego de su primera experiencia dirigencial que terminó con el descenso de Macará en el 2002, prometió “no volver nunca más al fútbol”, Salazar volvió desde el 2013 y lo hizo dispuesto a cambiar la historia. Para esto, deberá asumir los errores del pasado, por ejemplo, eso de pensar que “Macará no es un equipo de procesos” cuando todos los clubes lo son y lo ha demostrado él mismo, formando algunos jugadores que fueron transferidos este año y han tenido gran renombre, como Arturo Mina (antes en Independiente del Valle y ahora en River Plate), Michael Estrada, y Janner Corozo (en El Nacional), John Cifuentes (ahora en la Universidad Católica), entre otros.

“Hombre de fútbol” como se autocataloga, está obligado a culminar lo que en su momento dejó a medias y no entregar el club a dirigentes que ya tuvieron su oportunidad, y fracasaron al confundir “lo social” con lo deportivo. Salazar está obligado a continuar este proyecto para alcanzar al menos una clasificación a la Copa Sudamericana en 2017, pero, sobre todo, no debe descuidar el “campeonato económico”, ese que la mayoría de clubes en el país tratan de librar y que cada vez se pone más complicado… Hasta el momento ha hecho un buen trabajo y a la vista están los resultados.

Macará debe “subir” para lograr estabilidad institucional, ya que las instituciones se quedan, los equipos de fútbol, por más “ídolos” que se hagan llamar, bajen, así como le ha pasado al que ahora vuelve. Ojalá dure esta vez, por el bien del fútbol ambateño.