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miércoles 25 de enero 2017

Díaz y 'el amor' a su nueva patria

Diego Valencia

¡Damián Díaz me cae bien!


Es que me recuerda a mis amigos del barrio…


​El de la Primera Imprenta y Vargas Torres en Ambato, donde todos los domingos por la tarde -hace no muchos años… Esas calles se cerraban con piedras en cada esquina para jugar “indor”. Un evidente abuso en contra del tráfico vehicular que debía desviarse por la calle Ayllón para salir por la Avenida Cevallos…

Ante los justos reclamos de la vecindad, los transeúntes y los conductores, salían al paso “el Chavo” o “el Burro”, los más “arriesgados” al momento de defender el honor de “la gallada”. Su estilo, muy parecido al que utilizó Díaz para amedrentar a uno de los árbitros del partido Deportivo Cuenca y Barcelona, el sábado 24 de septiembre del 2016. Según el juez, y de lo que se vio además, “realizó gestos ofensivos contra su persona, gesticuló lanzándole un beso y se tardó en salir del campo”. Claro, no podía faltar la ofensa, tal cual como mis amigos, al momento del salir del campo llamó “negro” y algo más al árbitro suplente.

La diferencia entre mis amigos y Díaz es que jamás el presidente de mi barrio les habría entregado un reconocimiento por algún “servicio relevante”, al contrario, éramos mal vistos, siempre haciendo relajo de cualquier forma. ¡Lo digo con vergüenza! No contamos con la misma suerte de “el Kitu” que ha sido un “jugador formador de valores” para los jóvenes que se forjan como futbolistas en Barcelona SC.

El “talento y el esfuerzo individual” jamás estará en discusión… Se trata de un talentoso que -por sus virtudes- le hace falta al fútbol ecuatoriano. Sus goles, sus habilitaciones y su carácter forman una sinergia que repleta la retina de quienes, como Galeano, rogamos por “una jugadita”, la acción atrevida del jugador diferente, el que rompe los paradigmas, tira al piso el libreto y se abraza en idilio con su hinchada. ¡Todo un espectáculo!

Lo que desdice de Díaz es que, al creerse “el más vivo de todos”, no solo que puede insultar y denigrar a los árbitros y rivales, fingir faltas y engañar, golpear policías en el festejo de un gol, sino que también ahora se da el lujo de que lo llamemos “compatriota” en una nueva acción de “viveza” lamentablemente auspiciada por las autoridades encargadas de entregarle su carta de naturalización.

Al final, no me preocupa tanto esta nueva demostración de que vivimos en el “mundo del revés” sino que la gente que lo admira por ser “vivísimo” crean que, como Díaz, podemos ir por el mundo atropellando lo que le plazca, públicamente y encima recibir favores.

¡Me muero por escucharle cantar el Himno Nacional!

En todo caso, si no lo sabe ya no importa… Me conformo con que no confunda el cóndor de nuestro Escudo con un murciélago.