Periodista, relator y anchor de televisión. Puedes seguirme en Twitter: @FPHidalgo.
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martes 09 de agosto 2016

Solo nos queda soñar con el oro 

Fredy Hidalgo
@FPHidalgo

Estamos orgullosos de los deportistas que nos representan en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro. Pero hay que entender que en la vida de un atleta profesional son contadas las oportunidades que tendrán de competir y medirse al más alto nivel en su disciplina y con el mundo entero atento a su participación.


Los compatriotas que logran llegar y vivir esta experiencia ya son ganadores. Tener el honor de representar a tu país, vistiendo la tricolor, es el mayor orgullo para un deportista.

Pero me quiero salir de la superficialidad e ingresar en las sombras, ahí donde cuesta mirar, y más aún asumir. El deporte en Ecuador todavía sigue siendo un hobby, en la mayoría de los casos. Hobby porque vivir del deporte es casi imposible (con excepción del fútbol). A pesar de que las principales entidades han intentado apoyarlos, no es suficiente.

Nuestro deporte ha tenido victorias gracias al talento, trabajo y sacrificio. Jefferson Pérez logró romper el umbral del amateurismo y se transformó en un gran profesional gracias a su dedicación, al apoyo de su familia y de empresas privadas.

Admiro y envidio a las personas que en la vida tienen las cosas claras y respuestas tajantes ante todo. Yo tengo miles de interrogantes rondando por mi cabeza minuto a minuto.

¿Qué pasa entonces con la gestión dirigencial del deporte?, ¿cuánto mejorarían nuestros atletas y equipos si además de sus familias y auspiciantes contaran con un verdadero apoyo de las federaciones?, ¿qué opciones puede tener un deportista ecuatoriano de lograr algo a nivel internacional o inclusive de obtener una medalla olímpica?

Como sociedad tenemos la costumbre de vestirnos de un falso patriotismo y "ser ecuatorianos" cuando nuestros representantes ganan y con la misma facilidad salimos a criticar y ser muy duros cuando no se logra lo esperado.

Pero en la preparación de años de trabajo sin luces, sin apoyo de federaciones, de gobiernos de turno, sin una política de estado concreta, no demostramos el mismo interés. Todavía soñamos con una presea en el pecho de un ecuatoriano, que nos vuelva a llenar de orgullo y gloria.
Pero, ¿la merecemos?