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lunes 15 de mayo 2017

Las lecciones que deja el arbitraje de Carlos Orbe

Jonathan Machado

Tarjetas amarillas y rojas mal sacadas, penales no sancionados, penales cobrados que no eran, faltas que nunca ocurrieron, faltas que ocurrieron y que no se pitaron. Eso es lo que vemos domingo a domingo en nuestro campeonato nacional.


Pero gracias al árbitro Carlos Orbe, que dirigió el compromiso entre Barcelona-Independiente, esos errores (que a veces son horrores que influyen en el marcador del partido) no quedaron ahí y ahora pasaron al insulto al jugador. En una jugada que el juez sanciona equivocadamente una supuesta falta de Jonathan Álvez sobre el portero Adrián Bone, el delantero hace un gesto de enojo por la tarjeta amarilla recibida y el árbitro lo insulta airadamente, como quedó evidenciado en las cámaras de televisión.


En el mismo partido, el cuerpo arbitral anuló un gol válido de Ariel Nahuelpan, le perdonó la expulsión a Kéner Arce por cometer faltas fuertes, no sacó tarjeta amarilla para Nahuelpan y Luis Ayala por empujarse en una discusión. Decisiones que denotan una falta de criterio del árbitro.


¿Cómo es posible que el encargado de impartir orden en los partidos tenga esta conducta? Un árbitro no puede reaccionar de esa forma. Para eso cuenta con las tarjetas y el informe, que son las herramientas para sancionar un mal comportamiento de un jugador. Estas actitudes tienen que ser castigadas severamente para dejar un precedente. Y ojalá no salga el señor Luis Muentes, presidente de la Agremiación de árbitros, a defender a su compañero con alguna excusa sin argumentos.


El comportamiento de Orbe debe transformarse en una excusa para concretar de una buena vez la profesionalización del arbitraje ecuatoriano. No se puede seguir con jueces que se dediquen a otras actividades profesionales y que el arbitraje sea algo más que un ‘hobby’. Ecuador es un país que ha logrado, después de 50 años, un espacio en el fútbol mundial. Sus tres clasificaciones a los Mundiales, las copas internacionales de Liga de Quito y las tres finales de Copa Libertadores (2 de Barcelona y un de Independiente) hacen suponer que todo el fútbol debe mejorar.


Una de esas aristas es el arbitraje. Es hora de que la Federación Ecuatoriana tome acciones para que los jueces entren al profesionalismo, a través de una mejor preparación física y psicológica, auspicios en sus uniformes, verdaderas escuelas de arbitraje y, sobre todo, un salario justo que les permita dedicarse de lleno a esta actividad.


Si eso no ocurre se corre el riesgo de seguir viendo errores y horrores cada domingo que amenazan aún más al pobre campeonato nacional.