Periodista deportivo con algunos años en el negocio. Le pego con las dos piernas y no me caigo, diría que parezco mas un muñeco de futbolín. Soy hincha del equipo que mejor juegue y adicto al fútbol en todas sus presentaciones. Burlo a la barrera y le hago un gol a Twitter en mi cuenta @ROMULOBARCOS
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jueves 05 de abril 2018

Déjenlos volver

Rómulo Barcos
Opinión (O)
Twitter: @ROMULOBARCOS

Soy periodista, estudié años para lograr coronar la profesión y la practico con mucha pasión y orgullo, esa misma pasión que muchas veces aconseja mal y nos impulsa a realizar actividades de riesgo que en varias ocasiones ponen en juego nuestra integridad física.


Siempre aplico una frase trillada señalando que es tan chévere mi trabajo que me divierte, lo disfruto y además me hace ganar dinero por ello.

Recuerdo hace muchos años atrás trabajando una jornada de fútbol en el estadio Los Chirijos de la ciudad de Milagro para Radio CRE, el Barcelona de las radios deportivas y donde todos querían trabajar en aquella época, había un conflicto en la previa de un partido entre Emelec y Nueve de Octubre mientras la dirigencia de ambos equipos se tornaba inalcanzable al otro lado de la malla, donde estaba la noticia.

Se tornaba difícil, casi imposible de conseguir, para un pichón de periodista como yo; sin embargo, mi energía y afán juvenil de agradar a los monstruos periodísticos que tenía en la cabina del estadio, me impulsó a tomar una decisión audaz: trepar la malla, superar el límite marcado por el alambre de púas e intentar acceder a la cancha para ganar la entrevista.

Finalmente lo logré pero mi cuerpo pagó el precio de la audacia con múltiples lesiones en brazos y torso, pero la satisfacción de haber logrado lo que la competencia no tuvo ese día: la exclusiva.


Recuerdo las palabras elogiosas de Carlos Víctor Morales destacando mi afán y la vocación expuesta en aquella maniobra, aplausos sonoros de Petronio Salazar, felicitaciones del director de deportes Mario Vitery, una palmada en la espalda del dueño de la radio, Rafael Guerrero Valenzuela. Fue mi combustible periodístico, me sentí superhéroe.

Esa pasión con el transcurrir de los años se va regulando, va siendo dosificada; en los actuales momentos no volvería a repetir la maniobra, accedería a la cancha apelando a las influencias, a los amigos, a los contactos, apelaría a otro tipo de recursos basado en mi experiencia, la exclusiva no escaparía.

Ese tipo de fuego interior lo mantiene vivo todo periodista, sea joven o viejo, sea principiante o experimentado, sea de radio, televisión o prensa escrita; se llama pasión. Quien no la sienta, la disfrute y la exponga, se equivocó de profesión.


La pasión es el mismo energizante que llevó a Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra a cubrir la situación de la frontera en Esmeraldas, para servir de la mejor manera a sus lectores.

Ese afán los tiene al momento a nuestros amigos condenados al capricho de la delincuencia disfrazada de revolucionaria que los humilla con cadenas y candados al otro lado de la frontera.

Todo el país está unido, no se necesitó que juegue la selección de fútbol para que todos interpretemos el mismo sentimiento y estemos más adheridos que nunca pidiendo la liberación de los tres profesionales de diario EL COMERCIO.

El morbo periodístico y el afán de lograr una historia fantástica con esta vivencia me hace analizar la experiencia de los tres amigos desde otro ángulo, seguramente Javier Ortega nos deleitara a su vuelta con un extenso escrito fantástico contando la peripecia.


Ojalá que Paúl pueda sacarle provecho a su cámara profesional y documentarnos la vivencia para angustiarnos todos en diferido a su llegada con las imágenes del secuestro.

Efraín, un amante de los animales, seguramente relatará la variedad de ejemplares exóticos que conoció en la selva y angustiado indagará la suerte que vivió el amado Deportivo Quito en su ausencia.

Para ellos este escrito, en él envío lo mejor de mis energías y el deseo enorme de inmediata libertad.

Para los delincuentes disfrazados de revolucionarios un solo pedido: ¡déjenlos volver!